A continuación, quiero compartir contigo las primeras páginas de mi libro Secretos de un seductor, la Editorial me ha dado el OK para hacerlo y aquí las tienes.
Ponte cómodo y disfruta de la lectura ;)
Diario 1
Que esa noche no íbamos a participar en la cena de gala del Festival Internacional de Cine Erótico de Barcelona era ya un hecho consumado, pero al menos pudimos pasarnos por los alrededores y disfrutar brevemente de los nervios previos a la entrega de premios, y fue la suerte y la casualidad, la que nos llevo a mi amigo Bruno y a mi a un sitio exclusivo reservado para las actrices y actores del festival.
Una par de horas antes, estábamos dando vueltas viendo shows en la carpa donde se realizaba el festival cada año, en La Farga de L´Hospitalet de Llobregat, donde Bruno se encontró con una chica que trabajaba como stripper en el stand de la productora Negro & Azul, era una rubia espectacular de las que solo ves en las revistas, y que me intimidaba con solo mirarla.
Ella al ver a Bruno le abrazó efusivamente, al parecer eran amigos, se habían conocido en Valencia hacia tan solo unos meses, su nombre artístico era Shamara.
Yo aluciné en colores cuando nos invito a pasar al stand para poder hablar más tranquilamente, sin el aluvión de hombres que se acercaban constantemente para intentar hacerse una foto con ella.
El portero cachas nos dejo pasar, y nos sentamos en la parte de atrás del escenario, donde había varias mesas y sillas con botellas de agua vacías y bolsas de comida, el backstage donde se relajaban las actrices y strippers entre espectáculos.
Mientras hablaban, yo no podía salir de mi asombro, con la mirada recorriendo su definido cuerpo.
Era todo muy extraño, ella estaba en ropa interior y se comportaba como si fuese la cosa más normal del mundo, mientras que para mi no era nada habitual estar sentado en una mesa con una stripper casi desnuda.
La naturalidad de todo lo que allí sucedía me llamaba muchísimo la atención, y Shamara parecía realmente cómoda en todo momento.
Cualquier situación atípica que se salía un poco de lo normal, solía ponerme bastante nervioso, y esta era una de ellas.
Mientras hablaban, se acerco a nosotros un hombre sonriente de unos cuarenta y tantos, con perilla recortada, flequillo por encima de los ojos y jugando con un micrófono en la mano, saludó a Shamara con un beso en la boca, y yo seguía alucinando con todo lo que estaba sucediendo y el derroche de confianza que mostraban hacia los desconocidos.